Aquel
hombre llegó
tocó
a su puerta,
un
instante pasó
y
en un abrazo,
volvió
la eternidad
mojando
huellas.
Se
miraron absortos,
queriendo
recordar
si
alguna arruga
en
el nuevo relieve,
se
anunció alguna vez
en
las caras planchadas
que
cargaban de mozos.
Temblaban
con frecuencia
sonidos
guturales
con
un viento nervioso.
Bailando
un colibrí
mensajero
de dioses
atrapaba
los sueños
agitado
y ruidoso.
Esos
breves instantes
navegaron
muy lento,
se
miraron las almas
y
saciaron antojos
Pero
el mundo sediento
de
nuevos desencuentros
envidioso
de amores
los
condenó a estar solos.
Generosa Valdez-

