Con esa
sencillez de las arrugas
que escurre
la codicia y la avaricia;
el viejo con respeto hacia sus canas
con sudor
gana el pan de cada día.
En el mismo
lugar los ejemplares
de
revistas vetustas y leídas,
se exhiben
en andenes de la calle
detrás de
aquella sombra consumida.
Un banco de
madera le sostiene
cuando a su
cuerpo rinde la fatiga
y se
esconden tras un viejo sombrero,
dos lumbreras
cansadas y vencidas.
Yo le
observo detrás de ventanales
mientras por
el cristal vuela la vista,
el anciano jamás
extiende el brazo
ni el orgullo revela su desdicha.
Generosa Valdez

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