Cuantas
veces te amé
sin
conocer tu rostro,
pensándote
a mi modo...
llenando
esa invención
con
el trazo de un niño
perdido
en la inocencia.
Tus
ojos transparentes
se
pintaban de negro,
dejando
ver un brillo
como
el gato que mira
con
un fulgor intenso.
Nunca
tuviste nombre
buscándote
en los libros
de
románticos cuentos;
pero
sentí tus manos
saliendo
de los textos,
con nudos literarios
para
abrigar mis dedos.
Y
marchábamos solos...
con
rumbo hacia lo incierto,
sin
nada que decirnos
como
mudos cansados
en
completo silencio.
Solo
hablaban las manos
Enlazadas
por dedos,
con
tibieza arropadas
en
aquel frío intenso.
Generosa Valdez




