A quien
le importa
que derribados
los momentos,
en un instante
de lamento,
se infarte
el corazón.
A quien
le importa,
que los
ojos se mojen en tristeza
o se
incline hacia un lado la cabeza,
porque
pesan los kilos de dolor.
A quien
le importa,
el caminar
pausado que se piensa,
los músculos
del cuello que se tensan,
los
huesos que se muelen por tracción;
las
manos que se tocan muy inquietas,
el sudor
que resbala y no se seca,
el frio
que momifica la emoción.
A quien
le importa,
que dejemos
de ser en la ceniza
y esparcidos
al aire con la brisa,
volvamos
a existir en otro yo.
A quien
le importa…
Generosa Valdez.





