Me duelen las pisadas,
son los clavos que arden,
oxidadas lancetas
que traspasan la carne.
Me duelen las historias
con lágrimas rodantes,
el grito de justicia
que encierra libertades.
Me duele el ojo ciego
en luz de oscuridades,
el brazo que castiga
armado con el sable.
Me duele este destino
de valiente cobarde,
las manos campesinas
cautivas de los andes;
el cóndor que no vuela,
las alas que se parten,
el canto que sentencia
sintiéndose culpable.
Generosa Valdez.


