No son los hijos que se educan en Harvard
ni son los hijos, de los hijos de los hijos
de aquellos históricos rostros mestizos refinados
con el sudor del pueblo en el extranjero,
los que podrán mover las fibras de las razas
que siempre han vibrado y sentido en Colombia.
Son los hijos, de los hijos de los hijos,
de quienes lograron vencer la ignorancia
en su propia tierra, los que podrán encontrar el
camino
hacia lo auténtico, llamando chicha al Whisky
y sustituyendo el corte inglés por la ruana.
Imposible resulta reemplazar el pensamiento
cálido del campesino que acaricia la tierra
en zona ecuatorial, por el gélido pragmatismo
anglosajón que pavimenta la siembra.
Nadie entiende
a los hijos de los hijos de los hijos
que aprendieron a hablar en otras lenguas
y que aprendieron a sentir insensiblemente
Generosa Valdez.