Aquel hombre te amaba yo lo supe,
si alguna vez fallaba en su templanza
se acercaba hacia ti y en alabanza
con mirada perdida te buscaba.
El viejo roble tierno en su madera
limpiaba la humedad de su corteza,
mojando los pañuelos
en tristeza
resistiendo valiente el temporal.
Por el amor del hombre que te amaba,
yo clamo a ti, en busca de venganza,
no puede aquel infame prosperar.
¿Con que balanza Dios aquí en la tierra
permites que ese ser inmundo pueda
con el poder que tiene avasallar?
Hoy soy yo
quien te pide saldar deudas
entregando mojados los pañuelos
que en justicia tú tienes que secar.
Generosa Valdez.









