sus dedos largos,
mojados con agua bendita;
supe entonces
que no me pertenecían,
que estaban predestinados
a aliviar en tu nombre,
las dolencias ajenas.
Las teclas que antaño se movían
arrancando sonidos al aire,
han quedado silenciadas
por la música del bisturí.
Hoy mirè sus manos,
sus dedos largos,
entendí que eran ajenos
escogidos por tì
para librar batallas celestiales.
Entonces abandoné mis miedos
sometiéndome a tus designios
y la sentí segura en el
quirófano
al lado de su padre.
Generosa Valdez

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